o un par de ellas espero te sirvan
Pastores de la ciudad
Emilio Carballido en colaboración con Luisa Josefina Hernández
A Emma Teresa Armendáriz
y Rafael López Miarnau
Personajes:
Bato:jardinero
Juan:jardinero
Gila:sirvienta
Madre:Juana López
Niño:su hijo
Niña:su hija
Juanito:bolerito
Vendedora de flores
Valentina:patrona
Beata:
Inés:estudiante
Alejandro:estudiante
Primer Corderito
Segundo Corderito
Vaca
Burro
Trabajador del rastro
Mendigo:José
Mendiga:MarÃa
Tercer Jardinero
PolicÃa:que en realidad es el diablo
Ãngeles, beatos, gente que pasa
Los villancicos cantados en la última escena fueron compuestos por Sor Juana Inés de la Cruz, para la Nochebuena de 1689. En el JardÃn de San Sebastián, México, D.F. Escrita en colaboración con Luisa Josefina Hernández la Nochebuena de 1958.
Acto único
El jardÃn de San Sebastián
(Al centro, una torre vieja, que tal vez tuvo un reloj o fue campanario. Ahora sirve para guardar las herramientas de los jardineros. Está semirrodeada por un seto vivo. Ãrboles, bancas, una fuente; un jarrón neoclásico, sobre su columna, sirve de maceta. Matorrales espesos. Flores. Una mata muy tupida de flores de nochebuena. Algún alto poste, con su farol encendido. En el cielo, estrellas.
Música:Obertura.
Es de noche. Caen hojas secas. Ruido lejano y esporádico de cohetes. Cláxones. Voces apagadas.)
[Bato barre, con su larga escoba de ramas, Juan trata de encender una hoguera con hojas secas. Inés espera, caminando y viendo el reloj de la iglesia, que queda fuera de escena, a la izquierda (suena el reloj.)]
(La Vendedora ofrece sus flores y las beatas cruzan. El Bolerito busca cliente. El PolicÃa vigila. Cruzan Gila y su patrona; ésta da instrucciones. Entra la Madre con los dos Niños; parece angustiada, y ellos cansados, viste un abrigo raÃdo y cerrado; buscan dónde detenerse, salen. Entra el Tercer Jardinero. Viste también una unión de mezclilla, pero muy limpia; trae también una larga escoba de ramas. No se han oÃdo aún las voces de los personajes.)
Tercer Jardinero: Noche callada, noche de paz. El cielo es un oscuro vidrio estrellado y el aire está tan seco que las constelaciones chisporrotean más inhumanamente, más estrellas que nunca. (Da algunos escobazos.) Ãste es el jardÃn de un barrio pobre. Cruzarlo es como ver la ciudad desde arriba de una azotea. Allá, uno percibe nada más el aire puro y helado, el murmullo del agua en los tinacos, la geometrÃa renegrida de antenas y chimeneas haciendo contacto con el cielo y con el mundo —humo que sube, ondas que bajan—. Pero de la ciudad, solamente un murmullo, figurillas que cruzan, gente que dobla la esquina, taconeos, una música suelta, un claxon, tronar de cohetes. Asà resulta desde arriba, tan ajeno y remoto como cruzar un parque. Gente que va y viene, voces sueltas, pregones. No hay nada personal, ningún contacto. (Sigue barriendo. Vuelve la música de la obertura.)
Bolerito: Grasa, jefe. Su boleada.
Vendedora: ¡Flores de nochebuena, marchantita. Para persignarme, llévese un ramo, ándele. Flores de nochebuena!
Inés: Perdone, ¿qué horas tiene?
Beata: Ahà está el reloj de la iglesia, mire. (Sale.)
Inés: SÃ, pero no sabÃa si estarÃa bien.
Valentina: ¿Me entendiste?
Gila: SÃ, doña Valentina.
Valentina: Primero la leche, porque si no, se acaba.
Gila: SÃ, señora.
Juan: Oyes, mano. ¿Compraste la otra botella?
Bato: Segurotas, manito. (A Gila.) ¡Qué buena está…. la Nochebuena, mamacita!
Valentina: Pelado este, métase con sus iguales.
Bato: Si no era a usted, si era a su hijita.
Valentina: ¡Hijita! Nomás faltaba que ésta pareciera mi hija. Grosero. Esto sucede porque eres muy coscolina. Ahà andas meneándole las pestañas a estos pelados…
(Y salen. La Vendedora corre tras ellas.)
Vendedora: Las nochebuenas, marchantita…. (Sale.)
(Entra la Madre con sus dos Niños.)
Madre: LÃmpiate las narices, hijito.
Niña: Ya me cansé, mamá.
Madre: Ya vamos a llegar. (Ve en torno, duda.) ¿Quieren que descansemos un poquito?
Niños: No, no. Queremos llegar.
Madre: Bueno, vengan.
(Salen los tres.)
Bolerito: Grasa, jefa, grasa, su boleada. (Sale tras ellos.)
(Quedan Inés y los tres jardineros. Caen hojas.)
Tercer Jardinero: Cosas indiferentes, faltas de significación. Gente que ve hacia adentro y no puede sacudirse la muy molesta idea de que ésta es una noche muy especial. Hay una gran hambre de lo magnÃfico, del milagro, de la virtud, del amor… Un hambre conmemorativa que quisiéramos no advertir, y por eso vemos más hacia adentro, y juzgamos, y nos sentimos más solos, más nostálgicos, más viejos. Hoy es nochebuena, mañana es Navidad…
(Se oyen muy lejos que cantan la posada. Cruza la pareja de mendigos. Piden limosna a Inés, que les da una moneda. La Mendiga desfallece y el Mendigo la sujeta. Salen. Suena el reloj.)
Tercer Jardinero: Y sin embargo, el alimento está ahÃ; buscamos virtud, amor, milagros… Y no habrÃa más que permanecer un tiempo en cualquier rincón de la ciudad, en el jardÃn de un barrio pobre, por ejemplo. Yo he sido jardinero desde hace mucho…
(En su escoba se encienden luces parpadeantes.)
Tercer Jardinero: Esto sucede a veces. (Toma una luz, la muestra.) Son estrellas, de desecho. Las barre uno junto con las hojas secas. DecÃa que he sido jardinero mucho tiempo…
(Entra corriendo la Vaca y los Corderos. Mugen y balan con desesperación.)
Vaca: Muuuuu, muuuuu.
Corderos: Beeee, beeee.
Tercer Jardinero: ¿Qué sucede?
Vaca: Se descompuso el camión del rastro.
Corderos: ¡Y logramos escaparnos!
Vaca: SÃ, logramos escaparnos. Nos llevaban a degollarnos, ¡quieren hacerme bistés, y suelas de zapatos!
Corderos: ¡Quieren hacernos chuletas!
Vaca: (Con pánico.) ¡Muuuu, muuuu!
Corderos: (Llorando.) ¡Beeee, beee!
Tercer Jardinero: ¡Ahà viene un hombre con un cuchillo, huyan!
(Salen los animales.)
PolicÃa: (Entrando.) ¡Por acá huyeron, por acá! ¡Pronto, que se escapan! ¡Pronto, allá van!
(Ahora es evidente que el PolicÃa tiene la cara roja y peluda. Por la cachucha le salen los cuernos. Se vuelve y agita la cola.)
Tercer Jardinero: No sé por qué le gusta tanto disfrazarse asÃ.
(Sigue barriendo. Entra corriendo el Hombre del Rastro.)
Hombre del Rastro: Oiga, ¿dónde habrá una gasolinera?
Tercer Jardinero: Por aquà no hay.
Hombre del Rastro: Se nos paró el camión del rastro y se nos está escapando los animales. ¿No ha visto una vaca y unos corderos?
Tercer Jardinero: No. Por aquà no pasaron.
PolicÃa: Yo sé por dónde andan. Vamos a conseguir gasolina. Aquà cerca hay. Y ya verá cómo enseguida agarramos a esos animales.
(Patea amenazadoramente en el suelo, viendo al jardinero. Brotan llamas y humo. Salen el PolicÃa y el del rastro.)
Vaca: (Se asoma entre las matas.) ¿Se fueron?
Tercer Jardinero: SÃ, pero escóndete. ¿Qué estás comiendo?
Vaca: Rosas. (Coqueta.) Tienen un ligero amargor, pero asà mi leche saldrá delicadamente perfumada. (Se sienta junto a Inés.)
Inés: ¡AY, una vaca! (La Vaca se esconde.)
Tercer Jardinero: Es…, es la mascota del jardÃn, ahà viene un joven.
Inés: ¡Alex!
(Entra Alejandro. Inés corre a sus brazos.)
Inés: Alex, por fin. (Lo suelta.) ¿Sabes cuánto tiempo llevo aqu� ¡No me hables, no digas nada, porque te pego!
Tercer Jardinero: Intimidad, amor y frÃo. Vulgaridades y milagros. Eso sucede si permanecemos algún tiempo en un jardÃn, especialmente en esta noche.
(Se aleja con su escoba. Entra a la torre. Los otros jardineros desaparecen tras el seto.)
Inés: Me citaste hace hora y media. No sé por qué sigo aquÃ. ¿Dónde estabas? Claro, yo no te importo nada. (Llora.) Qué más da si me hielo, si me….
(Ãl la besa en la mano. Ella le acaricia la cara.)
Inés: Tienes la cara helada, las manos frÃas…
Alejandro: Tú también. Perdóname. Estaba yo con mi familia, tratando… Estaba en mi casa.
Inés: ¿Aceptaron que vaya yo a cenar?
Alejandro: No.
Inés: ¿No?
Alejandro: Ya conoces a mi mamá, y a mà papá.
Inés: ¿Cómo quieres que los conozca? Hoy ibas a presentarme con ellos.
Alejandro: Quiero decir… Piensan que tener novia es perder el tiempo, y… Como saben que vives sola…
Inés: ¿Qué?
Alejandro: No, nada.
Inés: Claro, una muchacha que vive sola no puede ser buena, ¿verdad?
Alejandro: No es eso, es que esta noche va gente muy importante a la casa, y…
Inés: ¿Les dijiste mis calificaciones? ¡Les dijiste que soy la mejor de mi año! ¡Les contaste que voy a entrar de interna al hospital?
Alejandro: SÃ, todo eso. Pero mamá y papá… Ellos piensan que debo terminar de estudiar, trabajar, ganar dinero…
Inés: ¿Y tú qué piensas? (Ãl calla.) ¿No te atreves a tener novia sin su permiso?
Alejandro: Mira… Si se enojaran, pues no me pagarÃan la escuela el año entrante, y no me dejarÃan usar el coche, ni…
Inés: Tienes razón. Tienes mucha razón. Adiós, Alex.
Alejandro: Oye, Inés, pero yo te quiero. Te quiero más que al coche. Estoy… De veras, estoy dispuesto a todo por ti.
Inés: No, gracias. El señor Alejandro DÃaz es demasiado para una pobre estudiante de medicina como yo, ¿no es cierto?
Alejandro: Mira, Inés.
Inés: Tienes razón. Hay un señor que me ofreció regalarme un coche y pagarme la escuela el año entrante. Todo, a cambio de que lo quiera yo un poquito. Y de que no vuelva a verte. Es importante que nos paguen la escuela, y andar en coche…
Alejandro: ¿Un señor? ¿Qué señor?
Inés: Vete a cenar con tu familia, anda. Habrá gente importante, guajolotes rellenos y cosas muy buenas. Yo tengo en mi cuarto unos bolillos y un poco de café negro. Feliz Navidad, Alex. (Se va, corriendo y llorando.)
Alejandro: ¡Inés! (Se sienta muy triste.)
PolicÃa: (Entra de puntitas.) Ãstas son puro interés, ésa es la verdad.
Alejandro: ¿Usted cree?
PolicÃa: ¡Claro! (Agita la cola.)
Alejandro: ¿Y usted por qué se mete? ¿Qué le importa?
(El PolicÃa se rÃe. Alejandro, enojado, va a salir. Entra la Vendedora.)
Vendedora: Las nochebuenas, patrón, para la novia.
Alejandro: ¡Hazte a un lado! (Sale.)
(La Vendedora va a pregonar, pero ve al PolicÃa. Ãste sale. Ella se sienta con desaliento. Entran los Mendigos.)
Mendiga: Una caridad por…
Vendedora: (Simultáneamente.) Marchante, no me compra…
(Se observan, se sonrÃen.)
Vendedora: ¿De veras no tiene usted nada? (La mendiga niega. La otra la observa con más cuidado.) Yo podrÃa darle una moneda.
Mendiga: (Con dulzura.) Yo también podrÃa comprarte una flor.
Vendedora: (Animada.) Usted dice (Cambia de tono.) O mejor no. Lo mismo da.
Mendiga: ¿Tú crees?
Mendigo: ¿Qué dicen?
Vendedora: Hablábamos de dinero.
Mendiga: Hablábamos de flores.
Mendigo: Lo que me preocupa es el niño.
Mendiga: Ya va a nacer mi hijo.
Vendedora: ¿Y está usted tan tranquila?
Mendiga: Desde que supe que iba a tenerlo, he estado muy tranquila.
Vendedora: ¿Si? ¿Estando tan pobre?
Mendiga: Mi hijo será mi fortuna.
Vendedora: Qué raro que piense eso. Yo tengo dos, y cada vez estoy más pobre. No tienen padre ¿sabe?
Mendigo: Para todos los hijos hay un padre.
Vendedora: Si usted lo dice… ¿Ya se siente mal?
Mendiga: No sé. Me siento cada vez más contenta. Pero sÅ Nacerá esta noche.
Mendigo: Y no sabemos dónde. (A la mendiga.) ¿No tienes miedo?
Mendiga: No, ya lo he dicho. Estoy muy ajena al miedo. Más bien, es la mayor alegrÃa que he tenido.
Vendedora: Mi casa está muy lejos. Si ya se siente enferma, es imposible que alcance a llegar a pie. ¿Ya tiene pañales?
Mendigo: No tenemos nada. Venimos de muy lejos y fuimos dejando en el camino todo lo que traÃamos. La verdad es que ya no podemos más.
Vendedora: Y aquà no hay nada. (Se le llenan los ojos de lágrimas.)
Mendiga: ¿Por qué lloras?
Vendedora: Por… por ustedes. Quién sabe qué me pasa. Hace años que no lloro. (La mendiga le acaricia un hombro.) ¿Qué me pasa? Quiero reÃrme y llorar al mismo tiempo. ¿Qué cree usted? ¿Será que es Nochebuena?
Mendiga: Creo que es por eso.
Mendigo: Vamos más adelante. Pudiera ser que encontráramos un lugar abrigado donde descansar.
Mendiga: SÃ. Vámonos.
Vendedora: Entonces, ¿ya se van? (Los dos asienten.) ¿Volveré a verlos? (La mendiga sonrÃe.) Tome, tome una flor.
Mendigo: Adiós.
(Van a salir. La Vendedora los alcanza.)
Vendedora: También tengan la moneda, podrÃa hacerles falta.
Mendiga: ¿Y usted?
Vendedora: ¿Yo? En eso no habÃa pensado. Téngala de todos modos.
Mendiga: Gracias.
Mendigo: Dios se lo pague.
(Se van. La Vendedora se suena, suspira. Empieza a pregonar.)
Vendedora: Flores de nochebuena, flores de nochebuena…
(Tras el seto se asoma el PolicÃa, y hace señas de llamado y complicidad a la Vendedora. Ãsta va, con desconfianza.)
PolicÃa: Oye, por allá quieren comprar unas nochebuenas. (Señala.)
Vendedora: ¿De veras, patrón?
PolicÃa: ¡Claro! Pero corre para allá, anda, no sea que otra te gane los clientes.
Vendedora: ¡Gracias, patroncito! (Sale corriendo.)
(El PolicÃa la observa. Ve después algo que lo regocija y lo hace reÃrse a carcajadas. Entra corriendo el Bolerito.)
Bolerito: ¡Papá, papá, escóndeme las cosas!
(Se asoma Juan, el primer jardinero.)
Juan: (Un poco tomado.) ¿Qué pasó?
Bolerito: ¡La camioneta!
Juan: ¿Cuál camioneta?
Bolerito: ¡La del Departamento Central! Anda quitándoles sus cosas a los vendedores. Ya se llevaron el cajón de dar grasa del Chefo.
Juan: Yo no he visto nada. Usté se quiere hacer tarugo para no trabajar.
Bolerito: Vienen sin uniformes ni nada. De repente se paran, salen de la camioneta y nos quitan todo. La tamalera está llorando, y a la de las flores… ¡Ahà viene!
(Entra llorando la Vendedora, con su canasta vacÃa.)
Vendedora: ¡Ay, madrecita santa! ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Qué van a cenar mis hijos? ¡Ya me quitaron todas mis nochebuenas! (Se suena con el rebozo.)
Juan: ¡Ah, qué caray! Pues es cierto.
Vendedora: Llevan el carro lleno de flores, tamales, juguetes. Van comiéndose todo, y riéndose. Ahà se llevaron todas las de mi canasta. ¿Y ahora qué voy a hacer? Nomás a pedir limosna. Estaban tan chulas mis nochebuenas.
(Sale llorando. El PolicÃa se rÃe a carcajadas.)
Juan: Pues’ora, escóndase aquÃ. Pero tiene que juntar lo del gasto, ¿cuánto trae?
Bolerito: Cuatro pesos.
Juan: Pues si no junta quince pesos, no nos vamos a la casa.
(Bebe.)
Bolerito: Es que no hay gente, papá. Nadie se boleta. Y en la casa nos esperan mis hermanitos.
Juan: Pues usté sabe lo que hace, pero es un hombrecito y debe aprender a juntar el gasto. Ãndele, ya se ha de haber ido esa camioneta.
Bolerito: Grasa, joven, gra… (Ve que es el PolicÃa y huye.)
(Salen todos. Entra la Madre con los Niños.)
Niña: Ya me cansé mucho, mamá.
Niño: Yo también
Madre: Vamos a sentarnos aquà un momento. En casa de sus tÃos va haber una cena muy buena, verán.
Niño: ¿Qué tÃos son esos?
Madre: Son unos tÃos que no conocen. Pero ya no me acuerdo bien dónde queda la casa. Descansen aquà un momento. Miren, aquà traigo dos dulces. Tengan, preciosos, tengan, queridos.
(Los Niños aceptan los dulces. Se quedan acurrucados en la banca. La Madre avanza a primer término.)
Madre: Me llamo Juana López. Ya no soy joven. He tenido estos niños, como quien dice, sola. No tienen papá, nunca lo han conocido. Trabajo por las noches; podrÃa decir que soy mesera, más o menos. En mi trabajo me dicen OrquÃdea. MI uniforme de trabajo es éste. (Se quita el abrigo: trae debajo un relumbrón vestido rojo, escotado.) Pues la mera verdad. (Empezó a hablar con vulgaridad.), esto es muy duro. Los clientes dan mucha lata: se ponen tercos, y una sufre para ganarse los centavos. Hoy no va a ir nadie, porque es Nochebuena. Vamos a estar solas, las compañeras y yo. Todas recargadas contra el mostrador, haciendo chistes y esperando que alguien llegue. Sabemos hacer juegos con cerillos, o juegos de adivinanzas, para matar el tiempo. Cuando dé la medianoche, nos pondremos a contarnos recuerdos, y después empezaremos a llorar. Nunca faltan dos o tres que se peleen. Algunas son retebruscas, y tiran vasos y botellas a la cara. Tengo una cicatriz que… Pero no hay por qué hablar de estas cosas, y menos delante de los niños. (Se pone el abrigo, vuelve al tono de una mujer humilde.) Soy una mujer mala, porque esta noche voy a hacer algo horrible: voy a abandonar a mis hijos. (Llora a gritos.) Cuando era muy chica, leÃa el cuento de unos niños que los llevaban al bosque, para perderlos, porque en su casa no habÃa qué comer. Y yo creÃa que eso era posible. Después crecà y comprendà que esas cosas no suceden. Y ahora, ahora que ya no soy joven, veo que sà suceden: yo soy la mala madre y lloro y sufro porque voy a abandonar a mis hijos. Aquà no hay bosque, pero hay esquinas, hay barrios en que nunca hemos estado. Subimos a un camión, y luego a otro, y a otro. Y caminamos cuadras, vueltas, jardines, hasta sitios que no sabÃa que existieran, iglesias viejas, callejones angostos y polvorientos. Ni yo misma sé ya dónde estamos. Ahora, debo irme. No tengo con qué darles de comer a mis hijos. Cada vez gano menos y temo que mi fin esté próximo. Entonces… hoy es Nochebuena, mañana Navidad. Los periódicos dirán este acto monstruoso: una madre que abandona a sus hijos en la noche más bella del año. Todos tendrán un poco de compasión, todos sabrán que soy mala, y alguien recibirá a mis niños. Quiero pensar en alguien bondadoso, con dinero, con buen corazón. Y yo…, y yo… (Llora.)
Niño: Mamá, ¿qué te pasa?
Niña: ¿Estás llorando?
Madre: No, hijitos, nada. No me pasa nada. Es que… tengo catarro, ¿ven? (Aparte.) No me atrevo a dejarlos solos.
(Entra el PolicÃa y llama.)
PolicÃa: Mira, aquà tienes clientes, anda.
Bolerito: (Entra.) Grasa, jefa, una boleada a sus niños. ¿No? Mire qué sucios tienen los zapatos.
Madre: ¡SÃ, dales grasa! ¡Anda! Quédense con este niño mientras voy a buscar la casa de sus tÃos. No te separes de tu hermanita por ningún motivo. ¿Lo oye, hijito? Por ningún motivo la dejes sola. (Los besa, los abraza. Prende un gran sobre visiblemente sobre la ropa del niño. Sale corriendo.)
(El PolicÃa rÃe quedamente.)
Bolerito: ¿Por qué lloraba tu mamá?
Niño: No lloraba. Es que tiene catarro.
Bolerito: Pues qué catarrote. Yo creà que estaba lloviendo.
(Se seca. Procede a dar grasa. Entran Juan y Bato. Juan aviva la hoguera.)
Juan: Saca tu guitarra, Bato, y échate otro trago.
Bato: (Obedece. Canta.)
Esta noche hace frÃo
y es Nochebuena,
es mejor que bebamos
ya que no hay cena.
Lluevan las hojas secas
hiele la escarcha,
sin techo y sin cobijas
es noche mala.
Las calles se iluminan,
todos regalan;
yo fui pastor del campo:
ya no soy nada.
Cuidaba mis borregos,
también sembraba,
me vine a la ciudad,
ya no soy nada.
¡Cuántos fuimos pastores!
En hora mala
dejamos los corderos,
también las vacas.
La tierra estaba seca,
nadie sembraba
me viene a la ciudad,
ya no soy nada.
Por eso en esta noche
yo bebo y canto,
que me acompañe alguien,
que venga el diablo.
Hay que beber, amigos,
hay que ser machos,
ya que estoy pobre y triste,
que venga el diablo.
(Y viendo al PolicÃa lo invita.)
Bato: Ãchate un trago, manito, tú también.
(Beben los tres.)
Juan: Qué vida esta, ¿verdad?
Bato: A lo macho.
(Entra Gila con el mandado.)
PolicÃa: Mira la gata esa. Qué bien está, ¿eh?
Juan: ¿Más?
PolicÃa: (A Bato.) Anda, vacÃlatela.
Gila: (Para sÃ.) Leche, pan, vino..., castañas…, creo que ya nada se me olvida.
Bato: ¿Adónde vas tan cargada? ¿No quieres que te ayude?
(Ella va a irse, pero él la detiene por el rebozo.)
Bato: Espérate, mamacita, ¿por qué tienes tanta prisa?
Gila: Ora, estése silencio.
Bato: Si nomás quiero platicar tantito. ¿Cómo se llama usté?
Gila: ¿Qué le importa?
Bato: A ver si adivino… ¡Se ha de llamar Rosa, por las chapotas tan chulas que tiene!
Gila: ¡No me llamo Rosa!
Bato: Entonces… se ha de llamar… Chona.
Gila: ¿Chona? ¿Por qué?
Bato: Por lo fresca-chona que está.
(Risas de Juan y del PolicÃa. Gila arriesga una risita.)
Bato: O se ha de llamar…. Lucero. Porque tiene sus ojitos como estrellitas de las meras que hay en el cielo.
Gila: Ya no me diga cosas. Me llamo Gila y ya me voy, porque, porque si no, me van a regañar en la casa.
Bato: ¿Quién va a ser tan sabroso que la regañe? Yo la defiendo, mi alma.
Gila: SÃ, usté me va a defender, ¿verda? Suélteme mi rebozo.
Bato: Pero se queda tantito a platicar, ¿verdad? ¡Tantito!
Gila: Luego me van a regañar, y van a decir que me tardé y que…, ¿usté cómo se llama?
Bato: Yo me llamo Bato, para servirla.
Gila: Ah, Bato. Bueno, ya platicamos, ora sà ya me voy.
Bato: Pero qué platicada fue esa. Por aquà la veo pasar retempranito, con su canasta al brazo. Todos los dÃas, ¿Dónde trabaja?
Gila: Allà nomás, al a vuelta.
Bato: ¿Quiere que la acompañe hasta allá?
Gila: Nomás hasta la esquina. Son reteserios mis patrones.
Bato: Bueno, pues a la esquina.
(El PolicÃa se disgusta con el giro de la escena.)
PolicÃa: No seas tarugo. Dale un pellizco.
Bato: No, hombre, cómo crees.
PolicÃa: Un pellizco chiquito. Qué tiene. Ãndale.
Bato: Bueno, pues…, un pellizquito, ¿verdad?
Gila: Vámonos, qué tanto habla con ése.
Bato: Vámonos, mi alma.
(Le da el pellizco. Gila grita y deja caer la bolsa del mandado. Estruendo de vidrios rotos.)
Gila: ¡Mire lo que hizo! ¡Bruto! Ay, madrecita, la leche. Y las botellas de vino, tan caras. Ya me endrogó usté. ¿Y ora qué les digo? ¡Ay, mamacita!
(Deja el monedero en la banca. Trata de recoger cosas. La bolsa chorrea.)
Bato: Caray, cómo seré bruto.
Gila: QuÃtese, quÃtese. (Le pega.) ¿Y ora qué voy a decir? Ay, mamacita. Ora sà me endrogué.
(Sale llorando.)
Bolerito: ¡Oiga! Aquà dejó su…(El monedero.)
PolicÃa: (Le pega con la cola.) ¿Qué estás gritando tú?
Bolerito: Pues que aquÃ… (Piensa, esconde el dinero.) Pues que aquà vino, a… romper todo, ¿no?
PolicÃa: Ah, vaya. (Sale a carcajadas.)
Bato: Pero qué bruto soy. (Sale.)
Juan: No se achicopale. Venga. (Sale tras él.)
Bolerito: Bueno, págame. (Está nervioso.)
Niño: Si nada más me boleaste un zapato.
Bolerito: Pues es que ya me tengo que ir.
Niño: El dinero lo trae mi mamá. Y tienes que acabar.
Bolerito: Bueno, pues…, luego regreso. (Huye.)
Niño: Hace frÃo.
Niña: Tengo hambre.
Niño: Yo también.
(Entra la Vaca de puntitas.)
Vaca: MÃrenlos. Se parecen a mi becerrito. Sólo que él tenÃa manchas negras y ellos no.
Corderos: (Se asoman.) Beee, beee.
Vaca: (Tierna.) ¿Tienen hambre, niños?
Niños: Sà tenemos.
Vaca: A ver si no me ven. (Ve en torno. Arranca puños de yerba y se los da.)
Niños: ¿Qué es esto?
Vaca: Está rica. Prueben. (Come una poca.) Exquisita.
Niña: Esta vaca es tonta. ¿Cómo vamos a comer yerba?
Vaca: ¿Qué quieren, mis becerritos?
Niña: No somos becerros, somos niños.
Niño: Queremos un bisté, y…
Vaca: ¡Ah! ¡Un bisté! ¡Dios mÃo! (Muge.) Infames, malos. DeberÃa cornarlos. Eso. (Va a irse.)
Niña: Tengo hambre. (Llora.)
Vaca: (Herida.) Quieres comer carne, ¿verdad? Carne de vaca y de becerro.
Niña: No. Quiero mi leche.
Vaca: (Conmovida.) Leche. Quieren leche. Vengan, hijitos. Vengan, becerritos. Les voy a dar un poca. (Salen los tres.)
Cordero: Beee. Va a darles leche a ésos.
Cordero: Y a nosotros no quiso darnos.
Cordero: Vamos a ver si nos convida también.
Ambos Beee, beee. (Salen.)
(Entra la Vendedora de puntitas. Corta flores, hasta llenar su canasta.)
PolicÃa: (Entrando de un salto.) Ahora sà te pesqué. Con que cortando flores.
(Grita la Vendedora.)
PolicÃa: Ven acá. A la paila, por ladrona. A hervir en aceite. Quiero decir, a la cárcel.
(Persecución. Ãl ruge. La alcanza. La pesca. Entra Gila.)
Gila: ¡Mi dinero! ¡Me robaron el dinero! ¡Y dicen que también tengo que pagarlo!
(Entra Valentina.)
Valentina: ¡No huyas! ¡Asà querÃa yo verte, huyendo!
Gila: Si no me estoy huyendo. Es que he de haber tirado el dinero por aquÃ.
Valentina: PolicÃa, encárguese de esta muchacha. Ha roto tres botellas de un vino carÃsimo, y dos de leche. Además se ha robado todo el dinero del gasto. Malversación de fondos, abuso de confianza, peculado y estupidez. La pongo en sus manos.
PolicÃa: Encantado. Yo me encargo de ésta. Son mi especialidad.
Gila: Suélteme del brazo. Qué se ha creÃdo. Yo dejé el dinero por aquÃ. Me lo han de haber robado.
(El Bolerito entra. Se esconde y espÃa.)
Valentina: Hace ya tiempo que me da muy mala espina. Se me han perdido cosas.
Gila: (Llora.) No es cierto, no es cierto. (Se busca, busca en el suelo.)
Juan: (Ve a su hijo.) ¿Qué pasó? ¿Dónde anda usté?
Bolerito: Ya junté todo el dinero del gasto, papá. Pero vámonos pronto.
Juan: ¿Cuánto juntó?
Bolerito: No lo he contado.
Valentina: Para de lloriquear y di lo que hiciste con el dinero.
Juan: Pues vamos a contarlo. (Le busca en las bolsas.)
Bolerito: No, papá, luego.
Valentina: ¿No hablas? Bueno, pues ahà se la dejo. Yo tengo que irme a misa. Asà es que… enciérrela y luego averiguamos.
PolicÃa: Con mucho gusto.
(Tiene por un brazo a cada mujer. Sale Valentina.)
Gila: ¡Mire mi dinero! ¡Ãse es!
Juan: ¿Cómo que éste es su dinero? Ãste es mÃo y de mi hijo, ganado muy honradamente. ¿Verdad, hijo?
PolicÃa: (Carcajadas.) Esto se pone cada vez mejor. Voy a poder llevarme a muchos. A ver, mocoso, acércate. Y tú también, jardinero.
(Entra el del rastro.)
Hombre del Rastro: Oiga, ya descubrà a la vaca. Está aquà atrás, repartiendo leche.
PolicÃa: ¡No me diga! Distribución clandestina de leche sin pasteurizar. Ahorita la agarramos.
Hombre del Rastro: Vamos, venga.
PolicÃa: Nomás me encargo de estos cuatro. Un borracho y tres ladrones.
Juan: ¿Cómo? ¿Y yo por qué? No me lo vaya descontando.
PolicÃa: Cómplice, ebrio, y faltas a la autoridad.
(Bato se acerca al grupo.)
Bato: ¿Por qué se lo está llevando?
Hombre del Rastro: ¡Se nos va a escapar la vaca!
Gila: Esto es culpa de usté.
Bato: (Preparándose.) ¿Qué espera? Vámonos corriendo.
(Ella duda. El PolicÃa echa mano a un enorme silbato.)
PolicÃa: Deje pitar, asà vienen los compañeros y cuida a éstos, mientras vamos por esa vaca.
(Se lleva el silbato a la boca, pero Bato se lo arrebata y lo deja soplando al aire. Huyen Bato y Gila, y cuando va a seguirlos huyen Juan y su hijo y después la Vendedora.)
Hombre del Rastro: ¡Me van a espantar a la vaca! (Corre también.)
(Carreras, mugido0s. Las persecuciones acompañan adlibitum, e ilustran la persecución. Pasan huyen la Vaca y los Niños. El PolicÃa pesca a la Niña.)
PolicÃa: ¡Aquà tengo ya una!
(Viene la Vaca y lo cuerna. Nueva fuga, más carreras.)
PolicÃa: ¡Te pesqué, por fin!
Hombre de Rastro: ¡******, si soy yo!
PolicÃa: Es cierto. Perdón.
(Nuevas carreras. Entran Valentona y la otra Beata. Al fondo y en torno a ellas siguen las carreras.)
Valentina: Esto no tiene nombre.
Beata: Hay que avisar inmediatamente.
Valentina: Aquà está el policÃa. Mire. Oiga, ¡policÃa!
Beata: Huyó, qué raro.
Valentina: Todo mundo corre. ¡Gila! Pero mire nada más, anda jugando con el policÃa. ¡Es increÃble!
Beata: Asà son las cosas en estos dÃas.
Valentina: Pero mire. No me explico lo que pasa.
Beata: (Alarido.) ¡Es que una vaca anda suelta! (La vaca pasó bien lejos.) ¡Mire, nos va a cornar! (Huye corriendo.)
Valentina: ¡Usté también! Venga acá, ya no estamos en edad par esas cosas. Ah, policÃa, querÃa yo decirle que… Esto ya se pasa de la raya. En cuanto vuelva a venir lo detengo.
(El PolicÃa vuelve a pasar corriendo. Valentina le mete el pie. Cae estrepitosamente al suelo, salen chispas.)
Valentina: Le decÃa que aquello es un escándalo sin nombre. Hay unos mendigos allá, en la puerta de la iglesia. Están obstruyendo el paso, y a la mujer se le ha ocurrido que su hijo vaya a nacer allÃ. Hay que sacarlos inmediatamente.
PolicÃa: ¿En la puerta de la iglesia, dice?
Valentina: SÃ, y el hijo de esa mujer va nacer de un momento a otro.
PolicÃa: (Se levanta.) Si son los mendigos que estoy pensando, mucho me temo que no voy a poder hacer nada.
Valentina: ¿Cómo es posible?
Beata: (Se asoma.) ¿Ya se fue la vaca?
Valentina: Déjese de vacas y tonterÃas. Este hombre se niega a echar a los mendigos de las puertas de la iglesia.
Beata: ¡Se niega!
Valentina: ¡Se niega!
Beata: Déjeme anotar su número. Vamos a reportarlo.
Valentina: Si no los echa él, los echaremos nosotros. Venga. (Salen.)
PolicÃa: Temo que va a degradarme. Siempre sucede esto. Cuando parece que ya voy a triunfar definitivamente, se les ocurre intervenir a los mendigos. ¡Ya estoy harto!
Hombre del Rastro: (Entra.) ¡No he podido alcanzarlos!
PolicÃa: Pues yo no estoy seguro ya de que vayamos a pescarlos.
(Entra el Tercer Jardinero, pero ahora trae un gran par de alas sobre la unión.)
Tercer Jardinero: Haces muy bien en no estar seguro. ¡Fuera de aquÃ!
PolicÃa: No quiero. No me voy.
(El Jardinero levanta la escoba.)
PolicÃa: ¡Auxilio! ¡Vengan a defenderme los que estén conmigo!
(Van entrando los personajes.)
Gila: Si quiere llevarme, que me lleve. Yo no corro más.
Bato: (La sostiene.) No se vaya a caer.
PolicÃa: Muy bien. Vámonos. (Ella no se mueve. Todos la examinan.) ¿Qué me ven? No tengo nada de raro.
Tercer Jardinero: Es cierto, te conocemos todos.
Vaca: Yo ya te habÃa visto muchas veces.
Corderos: En muchas formas. La última vez eras un lobo.
Tercer Jardinero: Fuera de aquÃ. Es un buen consejo.
PolicÃa: (Al Bolerito.) Este niño no quiere que me vaya.
Bolerito: Yo…
PolicÃa: (A Juan.) Este hombre me ha llamado durante todo el año.
Juan: No es cierto.
PolicÃa: (A Bato.) Tú seguiste mis consejos.
(Entran el Estudiante y la Madre con aire perdido.)
Madre: Este barrio no tiene salida.
Tercer Jardinero: (A los interpelados por el PolicÃa.) ¿Es verdad eso?
Bolerito: ¿Cómo se llama el señor?
PolicÃa: Poco importa el nombre. Aquà vienen otros dos testigos de que soy necesario. Ellos me entienden.
Alejandro: ¿Yo? Ya le he dicho que no se meta conmigo.
Madre: Yo no tengo cuenta pendientes con la policÃa.
Tercer Jardinero: Su nombre más pomposo es Mefistófeles.
(Hay un silencio; se interrumpe por una carcajada del PolicÃa, que no puede evitar gestos de vanidad.)
PolicÃa: He estado en el corazón de todos ustedes. (Al Jardinero.) Si quieres me voy, ellos me llevan dentro.
Gila: Ya me imaginaba quién andaba metido en este lÃo. Vamos a correrlo.
Madre: (Dando un grito.) ¡Quiero a mis hijos!
Alejandro: ¿Por qué la dejé ir?
PolicÃa: Tonto. Porque no te conviene.
Alejandro: (Dándole una bofetada.) Te he dicho que no te metas en mis cosas. Estoy enamorado de ella.
Hombre del Rastro: Matar en Navidad… Además estoy cansadÃsimo.
(La Vaca lo abanica y él a ella. Los Corderos se le acercan.)
Bolerito: Papá, papá, devuélveme el dinero que te di endenantes.
Juan: ¿Y para qué lo quiere?
Bolerito: Es que… (Llora.) No es mÃo. Se lo quité a esa señora.
Juan: ¡Pero cómo va a ser! ¡A poco me salió usté ratero! Ahorita lo corrijo a patadas. Verá. (El PolicÃa se rÃe y Juan lo mira.) No: yo soy el que tiene la culpa. Vamos a devolver el dinero, hijito.
(Dan el dinero a Gila.)
Bato: Yo la quiero de buen modo. Perdóneme el pellizco.
Vendedora: Y yo… Hice mal en cortar flores, pero… ¿Qué iba yo a hacer si ésos (Lo señala.) me quitaron las mÃas?
Tercer Jardinero: (Mirando al policÃa.) ¿Qué dices ahora?
(El PolicÃa no sabe qué decir, grita de ira. El Jardinero le da de escobazos y él desaparece entre nubes de humo y llamas. El Tercer Jardinero se retira a un rincón y empieza la música de la posada. Entran las beatas empujando a los Mendigos. La Mendiga desfallece.)
Beata: ¡Qué delicioso olor a azufre!
Valentina: Venga usted. Serán fuegos artificiales. A mà me encantan.
(Salen por donde desapareció el PolicÃa.)
Mendigo: (Humilde.) En nombre del cielo, dinos dónde guarecernos. Mi esposa ya no puede andar.
Juan: ¿Yo? ¿Por qué yo? Aquà no es mesón, sigan adelante.
Mendigo: Venimos rendidos desde muy lejos, no sea inhumano.
Juan: Es que no sé ni quiénes son ustedes.
Mendigo: Mi esposa es MarÃa. Yo soy carpintero, pero me he quedado sin trabajo. Mi nombre es José. Ella va a ser madre.
Juan: ¡Va a ser madre! ¡Caray! ¿Y qué puedo hacer yo?
Mendigo: Para cada madre, su hijo es Dios. Si me das abrigo, habrás albergado a Dios en tu casa y tu casa será bendita. El dÃa que respetemos la parte de Dios que hay en cada hombre seremos felices.
Juan: ¿Qué hacemos, Batos?
Bato: Aquà en la torre, déjalos entrar.
Juan: Aquà no hay más que **** y herramientas.
Mendigo: Entonces, puede nacer allà hasta el Rey de Universo.
(Abren la puerta. El Tercer Jardinero truena los dedos. Luz radiante dentro de la torre.)
Bato: ¡Voy a buscar a ésa que estudia para doctora! ¡Véngase, Gila!
Alejandro: Yo también voy. También la necesito.
(Salen. Se incorpora la Vaca.)
Vaca: Siento que va a pasar algo muy importante. Me alegro de estar aquÃ, y sé que por esto siempre se me recordará.
Corderos: Nosotros también nos alegramos.
Hombre del Rastro: Yo me alegro y siento que es la primera vez que le sucede una cosa asà a un tipo como yo.
Madre: Yo siento el alma tranquila, y sé que encontraré a mis hijos. Porque como dio ella, para una madre… (Empieza a llorar.)
Bolerito: Papá, hace mucho que querÃa preguntarte una cosa. ¿Me quieres? (Juan, muy conmovido, lo abraza.)
(Entran corriendo Gila, Bato, Inés y Alejandro.)
Inés: ¿Dónde está la señora?
Juan: Allà en medio de un montón de luz.
(Pasa Inés al interior de la torre. Llega trotando el Burro.)
Burro: (Rebuzna.) Estaba yo en el mercado y, de repente, vi una luz. Era una estrella. Yo troto por los caminos todo el dÃa; vengo cargado de verduras que nunca pruebo. Sirvo para cargar y para recibir golpes. Y entonces, estaba yo amarrado fuera del mercado… ¡Fue cuando vi la estrella! Cuando la vi se me ocurrió que podrÃa yo servir para algo mejor. Y corrÃ, corrÃ. Hasta chispas sacaba de la calle. Tal vez pueda encontrar un niño para calentarlo con mi aliento. Pero no veo la estrella.
Vaca: ¡En el cielo hay muchas! Y cada vez brillan más.
Burro: No, no. Otra estrella. ¿Dónde está? (Rebuzna.)
Tercer Jardinero: Ya va a llegar la estrella, y entonces, todas las cosas terminarán bien. Está bajando. ¡Empieza a brillar!
Animales: ¡Miren, miren, ahà viene!
Madre: ¿Dónde están mis hijos?
Vaca: Se quedaron dormidos en un portal. (Grita.) Anden, niños, despierten, ya vino su mamá por ustedes.
(Los Niños entran, frotándose los ojos y bostezando.)
Niña: Mamá, esta vaca nos dio de merendar.
(La Madre los abraza. Se oye el llanto de un niño recién nacido. Aparece la estrella. Música y transfiguración: la torre se abre y el interior está lleno de estrellas y signos milagrosos. Sobre un montón de **** dorada está el Niño. La Mendiga se cubre con un manto de estrellas, el Mendigo tiene una vara de flores en la mano, y ambos luces sendas aureolas.)
Tercer Jardinero: Porque hoy es Nochebuena y mañana es Navidad, si no, todo esto habrÃa terminado de muy diverso modo.
Inés: (Mostrando al Niño.)
El retrato del Niño
mÃrenlo ustedes
y verán cosas grandes
en copia breve.
Gila: De oro y plata en listones
un ramillete
de encarnado es, y blanco,
de azul y verde.
Alejandro: No es retrato de arte,
ni de pinceles,
que es divino, aunque humano
sólo parece.
Todos: (Cantan.)
Que es divino aunque humano
sólo parece.
¿Hay quién me lo pide?
¿Hay quién me lo quiere
a este hechizo de plata,
de armiño y de nieve?
Tercer Jardinero: Que es divino aunque humano sólo parece.
(Baile general. Los animales van a adorar al Niño y a calentarlo con su vaho.)
Bato: (Canta.)
Pastores, pastores,
hablando en romance
oÃd un portento.
Zagales, zagales,
dejando latines
oÃd un misterio.
Yo os digo que el Niño
es Dios humanado,
yo os digo que el Niño
es Dios encubierto.
Vendedora: Una joya es tan rica
que en el oriente
sirve de luz al orbe
cuando amanece.
Los claveles y rosas
en ella mueren,
(Le arroja todas sus flores a los pies.)
o se animan en ella
rosas, claveles.
Todos: (Cantan.)
¿Hay quién me lo pide?
¿Hay quién me lo quiere
a este hechizo de plata,
de armiño y de nieve?
Madre: (Acariciando a sus hijos.)
Frente, cuello, manos, plantas,
plata, nieve, cera, armiño,
todo es del alma un encanto,
todo es de amor un hechizo.
Tal cupidillo
para joya del alma
viene nacido.
(Baile. Cruzan unas beatas y unos beatos rumbo a la iglesia. Se detienen.)
Beata: ¡Qué escándalo de gentuza!
Beato: Usan la Nochebuena como pretexto para sus excesos.
Beata: Vámonos. Vámonos. ¡Ay, miren qué niño tan feo está allÃ! (Salen.)
Inés: ¡Déjenle dormir! Sh, sh, déjenle dormir.
Vendedora: Si a sus ojos corrió la cortina
el sueño sutil.
Y por no ver mis culpas, no quiere
los ojos abrir,
déjenle dormir.
Mendiga: Aunque duerma, no cierre los ojos,
que es León de Judá,
y ha de estar con los ojos abiertos
quien nace a reinar.
¡Déjenle velar,
que no hay pena, en quien ama
como no penar!
Todos: (Cantan arrullando.)
¡Déjenle dormir
que quién duerme, en el sueño
se ensaya a morir!
Mendiga: (Canta.)
Déjenle velar.
Todos: (Cantan arrullando.)
¡Déjenle dormir! (Telón.)
Los soplidos del diablillo, o borreguitos a Belén
Teresa Valenzuela
Personajes
Estrella
Diablillo
Arcángel
Gila:Madre de Fileno y Lucinda
Bato:Esposo de Gila
Fileno:Hijo de los anteriores
Lucinda:Hermana de Fileno
Abuela:Madre de Bato
Animales:Tres borreguitos —cuando menos—, un tigre, una mariposa,
un gallo, una gallina, pollitos, un león, un ratón, un elefante… etcétera.
(El escenario representa un paisaje campirano en donde hay una chocita de dos dimensiones, con dos ventanitas y pintada por ambos lados; de tal modo que por una de sus caras sea la choza y por la otra para el Nacimiento. En el fondo se ven un par de arbolitos y otros dos en primer término, también éstos de dos dimensiones. En el último plano habrá un cerrito también plano, detrás de éste sale la Estrella que puede ser un tÃtere, una actriz o actor, y trae un silbato.)
Nota: la música para todas las canciones pueden tomarla de rondas y juegos infantiles (asà debe sonar.), pero serÃa más divertido inventarla.
Estrella:(Entra, sopla un silbato y canta.)
¡Pastores! ¡Pastores!
les vengo a avisar,
que pronto, muy pronto
¡pronto llegará!
¡Vengan todos!
¡Vengan todos!
¡Vengan ya!
SÃganme los pasos,
los voy a llevar
¡a Belén!, ¡a Belén!
Borreguitos:(Entre los árboles.)
¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!
Estrella:Allá va a nacer
el niño precioso
portador del bien (Se repite toda.)
Gila:(Asomada a una ventana de la choza.)
¡Qué escándalo traen, borregos!
¡Bato! Deja de cenar
y asómate al corral.
Bato:(Asomándose por la misma ventana y con la boca llena.) ¿Qué quieres, Gila?
¡Qué gritos!
Gila:(Mirando a todos lados.)
Sal a ver los borreguitos;
algo pasa, están inquietos.
Bato:(Quitándose de la ventana.)
No, se enfrÃan mis tamalitos
Fileno:(Asomándose por la misma, bosteza.)
¿Qué pasa, má?
Gila:Sal tú, hijo, ve a ver los animalitos.
Fileno:(Retirándose.) No má, yo estoy recansado.
Gila:(Gritando hacia el interior.)
¡Hija! ¡Lucinda! Ven tú.
Lucinda:(Peinándose por la otra ventana.)
Dime, má, ¿pa’ qué me quieres?
Gila: (Saliendo de la choza.)
Acompáñame acá afuera.
Lucinda:(Retirándose.) ¡Me estoy haciendo caireles!
Gila:(Ya afuera.)
¡Qué familia tengo yo!
Un marido retragón,
un hijo siempre cansado
y una hija de pilón
¡qué sólo piensa en peinados!
(Gritando con toda su voz.)
¡Vengan acá! ¡Salgan todos!
¡Qué salgan, digo! ¡O los traigo!
(Salen de la choza todos menos la abuela que se asoma por una ventanita.)
Abuela: ¡Ay, hija! Qué mal carácter,
por cualquier cosa te enciendes.
Gila:(Buscando temerosa.)
A ver, miren ¡no hay un lobo!
Abuela: (Mientras todos buscan, ella pregunta a los borreguitos.)
¿Qué traen, chiquitos? ¿Qué tienen?
Fileno:(Burlón.) ¡Ay, abuela, sino hablan,
¿cómo quieres que contesten?
Abuela:Pos no hablarán, pero entienden. (Los borreguitos señalan con sus pezuñas
al cerro.) ¡Miren! ¡Allá, sobre el cerro!
Estrella:(Cantando.) ¡Pastores! ¡Pastores!
Por fin salieron,
ya tengo buen rato
detrás de este cerro.
Tenemos que ir juntos,
ustedes a pata
y yo por el cielo.
Todos:(Cantando.) ¿A dónde nos llevas,
hermoso lucero?
Estrella:(Cantando.) ¡A Belén!
Todos:(Cantando.) ¿A Belén?
Borreguitos:¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!
Estrella:(Cantando.) Allá va a nacer:
de Santa MarÃa
también de José
un niño precioso
portador del bien.
Borreguitos:¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!
Todos:(Cantando.) ¡Vamos, todos, pronto!
vayamos a ver,
ese niño lindo
que allá va a nacer.
Estrella:(Cantando.) SÃganme de cerca
no se han de perder,
que hoy a todo el mundo
¡lo iluminaré!
Todos:(Cantando y siguiendo a la estrella salen de escena.)
¡Pues vamos contentos
vamos a Belén!
(Inmediatamente después que ellos salen entra a escena el diablillo, enfadado y arremedando los cánticos con sorna.)
Diablillo:¡Ay, sÃ! Muy felices. ¡Bah!
¡Fuchi! ¡Qué noche más fea! Todita llena de luz
(Lloriquea.)
¡Ay, qué desgracia la mÃa!
Hoy nacerá ese Jesús.
Se acabaron travesuras
y tantas lindas diabluras.
¡Ay! De hoy en adelante,
me las he de ver reduras.
(Se suena la nariz y va cambiando su actitud.)
¡Pero qué saco con quejas
y con palabras ociosas!
¿Tengo yo delante rejas?
¿Qué no puedo yo hacer cosas?
¡No cejaré en mis intentos!
Para eso soy Lucifer:
¡puedo idear muchos entuertos!
(Maquinando sus planes.)
Si bien no puedo impedir
que nazca mi archienemigo,
muy bien puedo conseguir
que no tenga ni un testigo.
Arcángel:(Entra espada en mano.)
¡Alto! ¡Detente, cobarde!
Que imagino ya tus planes.
¡Pro te advierto que es tarde
para que hagas tus desmanes!
(El diablillo se ha tirado al suelo tapándose la cara de los destellos que se desprenden del arcángel, éste le pone el pie encima.)
Arcángel:¡Esta noche nacerá!
el que te tendrá en la raya,
y yo mientras con mi espada,
no te dejaré hacer nada!
Diablillo:(Se incorpora y saca lentes oscuros, se los pone.)
¡No es justo tu proceder!
¡Ni es gallarda tu conducta!
Abusas de tu poder,
siquiera entremos en justa.
Arcángel:(Muy seguro de sÃ.) ¡Me retas!
¿Tú?, chamuscado.
¡Pobre diablillo igualado!
Diablillo:(Muy decidido.)
¡SÃ! Te reto. ¡A eso me atrevo!
A menos que…. tengas miedo,
¡grandote güero emplumado!
Arcángel:(Riendo jactancioso.)
¿Yo, a un diablillo tener miedo?
¿Y cuando ya está acabado?
(Cuadrándose.)
¡No me hagas reÃr, que pierdo
la seriedad de mi grado!
(Echa vaho sobre sus insignias militar-celestes y las limpia.)
Diablillo:(Entusiasmado.) Bueno, pues, si tanto fÃas
de tu fuerza y poderÃo,
¡hagamos un trato ahora!
No llegue la sangre al rÃo.
(Rodeando al otro acariciándole sus barbitas de chivo.)
Según tú, los pastorcitos
van muy contentos y unidos…
Arcángel:(Interrumpiendo muy seguro de sÃ.)
¡Asà es! A Belén van
en santa paz y armonÃa,
y antes de que sea de dÃa
todos allá llegarán.
Diablillo:(Salta muy emocionado.)
¡pues ése será mi intento!
Arcángel:(Burlón.) ¿Detenerlos?
Diablillo:(Fingiendo modestia.) Pues… si puedo.
Arcángel:(Entrando al juego.)
¡Yo digo que no podrás!
Diablillo:(Presionándolo.) ¿Cuánto apuestas?
Arcángel:(Muy entrado.) ¿Cuánto trais?
Diablillo:(Saca de su traje un montón de billetes verdes y los muestra.)
¡Esto! ¿Y tú?
Arcángel:(Cohibido.) ¿En efectivo?
Diablillo:¡Claro!
Arcángel:(Aparentando dignidad.)
¡Nada! Que me está prohibido.
Diablillo:(Abanicándose con sus billetes muy orondo.)
¡Pues yo con esto sà hablo!
Tú, para ser celestial,
resultaste un pobre diablo.
Arcángel:(Ofendido.)
¡Yo no apuesto! Que es indigno.
¡Y menos con sucia plata!
Diablillo:(Para presionarlo, se dirige al público.)
Ya decÃa yo que era “pico”.
Dice sÃ, ¡luego se raja!
Arcángel:(Se siente comprometido, y cuadrándose….)
¡Un celeste militar, no tolera las ofensas!
Y mantiene su palabra.
Diablillo:(ContentÃsimo.)
¡Muy bien dicho! ¡Asà se habla!
Apostaremos, entonces.
Que el plazo sea media noche;
si yo pierdo, me voy lejos
a refundirme al infierno…
Arcángel:(Interrumpe despreciativo.)
¿Y ése serÃa mi premio?
Diablillo:(Manos a la cintura.) ¿Quieres más?
Arcángel:(Señalando.) ¡SÃ! Esos cuernos.
Y te he de mochar el ****
¡pa’cerme un cinto de cuero?
Diablillo:(Socarrón.) ¿No quieres también orejas?
¡Si hasta pareces torero!
Pero acepto, en fin, sin quejas.
(Ahora él examina al arcángel de arriba a abajo.)
Bien. Si tú pierdes, yo quiero:
estas alitas lustrosas,
la diademita, las botas,
este traje tan dorado, al espada…
Arcángel:(Con mordacidad.) ¡Yaaa! ¿Tantas cosas?
¡Si no soy palo encebado!
Pero acepto, que seguro,
¡nada lograrás con ellos!
Diablillo:(Con vehemencia.)
¡Una cosa quede clara:
no has de meter tu cuchara!
Arcángel:(Cuadrándose.)
Yo prometo, por mis alas,
que no he de usar mis poderes
sobre criaturas humanas.
(Suspira satisfecho.)
¡Los humanos son sensatos!
Diablillo:(Con sonrisa maligna.) Tú lo dices…
Arcángel:(Saluda militarmente.) ¡Lo aseguro!
Diablillo:(EntusiasmadÃsimo.)
¡pues lo veremos al rato!
(Salen ambos. Antes de esto pueden sacar entre los dos la chocita, asà quedará el campo abierto a donde llegarán los pastores después de caminar un buen trecho.)
Bato:(Secándose el sudor de la frente y sentándose.)
¡Aquà hemos de hacer un alto
para agarrar el resuello!
Abuela:No, sigamos caminando
que Belén to’via está lejos.
Fileno:(Acostándose.) ¡Abuela, no seas ansiosa!
Gila:(Dejando su canasta.) SÃ, suegra, mire en el cielo
la estrella que es el señuelo;
tras una nube reposa.
Bato:(Destapando la canasta.) ¡Yo, mientras, me echo un buñuelo!
Lucinda:(Peinándose como siempre.)
¡Pero, pá, si son la ofrenda
que al Niño Dios le daremos!
Bato:(Comiendo con deleite.)
Pos yo no creo que se ofenda
si le damos uno menos.
Borreguitos:(Balan con la lengua de fuera.)
¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!
Gila:(Gritando.)
¡Callen esos animales!
Ponen de punta los nervios.
Abuela:(Viéndolos.)
¡Pos no ven que tienen sed!
Llévalos al rÃo, Fileno.
Fileno:(Levantándose de mala gana y rascándose la cabeza.)
¿A cuál? Ni he visto ninguno.
Abuela:¡Lo acabamos de pasar!
Fileno:(Buscando pretexto.)
¡Ah! ¿SÃ! ¡pero está reoscuro!
Gila:(Perdiendo la paciencia.)
¡Fileno, eso no es verdad!
Pero pa’ quitar pretextos…
(A la hija que, para variar, se está peinando.)
Hija, velo a acompañar.
Lucinda:(Rezongoncilla.)
¡Ay, no! al ratito, má.
Gila:(Con impaciencia.) ¡Ya déjate de peinar!
¡Para qué traen animales,
si no los van a cuidar!
Lucinda:(Incorporándose para cumplir con la orden.)
Pos sÃ, bastante tenemos
Con la lata de Fileno.
Fileno:(Saliendo con la hermana y los borreguitos.)
¡La abuela a fuerzas los trajo!
Estrella:(Saliendo detrás de la nubecita sopla el silbato, toma su hato y canta.)
¡Pastores! ¡Pastores!
¡Vámonos ya!
Ya estuvo bueno
de tanto descansar.
Gila:(Grita con enfado.) ¡Ya vamos!
(Por abajo.) ¡Qué lata das!
(La Estrella la alcanza a oÃr y muy enfadad ve su reloj de arena y se mete detrás de la nube rezongando: ¡Pos quiénes se creen pa’que una los espere! ¡Ni que yo tuviera su quehacer!, etc. Todos los rezongos entre dientes.)
Abuela:(Conciliatoria.) No te enfades, lucerito,
nomás regresan los niños
y seguimos el camino.
Gila: (A Bato, que ya va en el tercer buñuelo.)
¡Bato, deja los buñuelos!
Dijiste uno y ya van tres.
Bato:(Con la boca llena.)
¡Ay, Gila, es que están rebuenos!
Abuela:SÃ, hijo, pero no está bien.
Mira, mejor ve a traer unos
leños pa’ hacer fuego
que el frÃo me hace padecer.
(Bato sale, y mientras la abuela se soba sus reumas entra el diablillo disfrazado de pastor.)
Diablillo:(Acercándose.)
¡Buenas noches, sus mercedes!
Gila y la Abuela:Muy buenas las tenga usted.
Diablillo:¿Qué hacen por estos caminos?
Abuela y Gila:Vamos de viaje a Belén.
Diablillo:(Con fingida sorpresa.)
¡Vaya, qué casualidad!
FÃjense que yo también
Si quieren, vamos ahà juntos,
yo conozco esto rebién.
Gila:(Haciéndole lugar.)
Pues, siéntese, descansemos.
¿Le ofrecemos un café?
(Se dispone a servÃrselo.)
Abuela:(Disculpándose.)
Nomás que está un poco frÃo,
al ratito haremos fuego.
Diablillo:Más vale pronto que luego.
Abuela:(Sonriendo comprensiva.)
Yo también prefiero
tomar las cosas calientes.
(El diablillo que está entre las dos, sopla hacia Gila y ella se pone agresiva, casi echando chispas por los ojos.)
Gila:¡Por qué ya esta retechocha
y le rechinan los dientes!
(El demontre sopla ahora hacia la anciana y ella también se pone violenta.)
Abuela:¡Pero a tu edad trabajaba,
hacÃa todo mi quehacer!
¡Y no como tú, enojada,
sino con mucho placer!
(Ahora el ángel caÃdo sopla de nuevo hacia la furiosa Gila.)
Gila:(Alzando más el volumen.)
¡Pues cómo me quiere ver,
si aparte de mi familia,
a usted tengo que atender!
(El chamuco divertidÃsimo vuelve a soplar a la viejecita.)
Abuela:(Gritando más que Gila.)
¡¿Te pesa una pobre vieja?!
¡Pero madre soy de aquél!
No sé cómo no te deja,
tú no eres buena para él.
Mi Bato, tan buen muchacho,
¡cómo te fue a conocer!
(Luzbel inmediatamente sopla sobre la otra, que está a punto de golpear a la anciana. Bato entra sin ser advertido.)
Gila:(Como loca.)
¡Pues para que se lo sepa!
Bien harto que me rogó.
¡Y yo nomás le di el sÃ,
de peritita compasión!
(Belcebú rápido sopla hacia la viejita, que está como agua para chocolate.)
Abuela:¡SÃ, cómo no! ¡**************!
Gila:¡Usted vaya al manicomio!
junto con su hijo panzón
¡que traga como un demonio!
Diablillo:(Por lo bajo.) ¡Sin ofender, por favor!
Bato:(Acercándose a Gila amenazador y con un leño en la mano.)
¡Asà que soy un panzón!
Gila:(Sorprendida y saliendo del encanto demoniaco.)
¡Bato!
Abuela:(Acusadora.) ¡Hijo! ¡Me gritó!
Bato:(Persiguiendo a Gila.) ¡Orita verás, indina!
Abuela:(Ya fuera del encanto persigue a Bato.)
¡Cálmate, m’ijo! ¡Por Dios!
Yo provoqué sus palabras.
¡No sé lo que me pasó!
(Gila logra escapar y sale de escena, el diablo sopla hacia Bato.)
Bato:(A su mamá.)
¡Usté no se meta má!
¡Que en mi mujer mando yo!
Ya estoy harto de sus cosas.
¡No sea metiche! ¿Me oyó?
Abuela:(Sorprendida y ofendidÃsima inicia mutis.)
¡Ya no me vuelvas a hablar,
si no es pa’ pedir perdón! (Sale.)
Bato:(Ya fuera del infernal encanto se lleva las manos a la cabeza.)
¡Ah, caray! ¿Qué me pasó?
¡Nunca a Gila habÃa reñido!
Y a mi mamacita, ¡menos!
Diablillo:(Acercándose.) ¡Se lo tenÃan merecido!
Bato:(Con intuitiva desconfianza.) ¿Y usté qué?
¿Nos conocemos?
Diablillo:(Modosito.) Soy un pobre peregrino
que también va hasta Belén.
(Rápidamente saca de entre sus ropas, como mago, las cosas que va nombrando.)
Diablillo:Y llevo allá estas ofrendas
de frutas, quesos y miel.
Bato:(Ve las cosas, se relame.)
¡Hummmm! ¡Qué deliciosas se ven!
Diablillo:¡Pos éntrele, le convido!
Bato:(Se lanza, pero se arrepiente.)
Se lo agradezco, mi amigo,
pero primero he de ver
a mi amá y a mi mujer,
pa’ pedirles me disculpen
por mi ingrato proceder. (Inicia mutis.)
Diablillo:(Poniéndose adelante.)
¡No lo han de querer ni ver!
Déjeme que yo les hable,
conmigo serán prudentes;
usted satisfaga su hambre
y quédese sin pendientes.
(Señala afuera del escenario poniendo la comida como cebo.)
Mire, allá tras esas piedras,
he dejado otras cosillas:
frijolitos, quesadillas,
arroz con mole, enchiladas.
(Bato ya va en la dirección que le indica como robot goloso.)
Memelas, tortas ahogadas,
¡ándele, hombre, corra! ¡Vaya!
(Ya a solas.)
Mi plan resulta certero,
Acabaré por ganar.
(Mirando hacia el cielo.)
¡Angelito! ¡Tres a cero!
¡Vete poniendo a rezar!
(Refiriéndose a los chamacos.)
Ora me faltan los menos,
¡no se podrán escapar!
(Sale.)
Arcángel:(Entrando inmediatamente.)
¡Santo Cielo! ¡Qué desorden! ¡Gila llora por allá,
la abuela hace otro tanto
y aquél nomás tragando!
(Desesperado y triste.)
Y prometà no meterme,
porque confié en el buen juicio
de esta simple y débil gente.
(Se cuadra y habla para sÃ.)
¡Pero tente en tus angustias!
¡Ajústate bien las alas!
Que encontrarás algún modo
de contrastar sus diabladas.
(Mirando hacia afuera.)
¡Allá viene! ¡Yo me aparto!
Que he de ver sus tarugadas
sin faltar a nuestro trato.
(Se esconde tras un árbol y entran Lucinda, Fileno, los Borreguitos y el Diablillo; parece como si hablaran desde hace rato.)
Fileno:(Rascándose la cabeza.)
¡Apenas lo puedo creer!
Diablillo:Pues es verdad, se los juro.
Fileno:(Aún incrédulo.)
¿Verdad de Dios?
(Diablillo se tapa las orejas dolido al escuchar el nombre.)
Lucinda:(Reprendiéndolo.)
¡Ay, Fileno! Sabes muy bien
que no es bueno jurar en vano por Dios.
(Lucifer se vuelve a tapar las puntiagudas orejas.)
Diablillo:(Destapándose las orejas.)
Asà es que…
Fileno:(Interrumpe y se persigna.)
¡Perdón, Diosito!
Diablillo:(Harto, le tapa la boca.)
¡Bueno, ya! Pues les decÃa,
que su familia me dijo
les diera ese recadito.
“Que como tanto tardaban,
luego allá los alcanzaran”.
(Sopla hacia Fileno que cae como fulminado.)
Lucinda:(Al hermano.) ¡Fileno, vente!
Fileno:(Cierra los ojos.) ¡Al ratito!
(Bosteza.) Deja que me eche un sueñito.
(La Estrella ha salido de su nube y se despereza, ve su reloj y alarmada toca el silbato.)
Estrella:(Cantando.)
¡Pastores! ¡Pastores!
Hay que caminar,
vámonos, ¡de prisa!
Se hace tarde ya.
Borreguitos:(Asienten con sus cabecitas y balan.)
¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!
Estrella:Ãrale, ¡de prisa!
No tengo su quehacer.
(Como no ve que le hagan caso se enfurruña y se mete a la nube rezongando entre dientes.)
Lucinda:(A Fileno.)
¿Oiste, hermanito= ¡Vamos!
Diablillo:(Feliz.) ¡Ya se durmió el pobrecito!
¿Para qué lo despertamos?
Lucinda:(Resignada y paciente se dispone a cargarlo.)
Siempre es lo mismo con él.
(Logra levantarlo e inicia mutis.)
¡Ay, eso de tener hermanos
que una tiene que cuidar!
Onde quiera llego tarde
Por tenerlo que cargar.
Diablillo:(Sopla sobre su cabeza.)
Tú, tan bonita y preciosa,
no lo deberÃas de hacer;
asà tendrÃas más tiempo
pa’ poderte embellecer.
(Ella pone cara de robot vanidoso y suelta al hermano que cae como costal de papas, peor ni asà despierta. Satán la rodea.)
¿Asà vas a ir a Belén?
Piensa, niña, qué de gente
para allá te puede ver.
¡AdmirarÃan tu belleza
si te sabes componer!
(Saca listones de su traje, como mago; y con ellos la va atrayendo.)
Diablillo:Yo traigo en mi maleta,
muchas cosas como éstas:
moños, vestidos, peinetas,
zapatillas y collares;
enaguas de finas telas
¡con encajes!, ¡con olanes!
¡Coloretes y carmÃn!
Arcángel:(Saliendo de su escondite impulsivamente.)
¡No, Lucinda! ¡No hagas caso!
(Demasiado tarde, ya salió de escena.)
Diablillo:(Disgustado.) ¡Ora, tú! ¿Qué haces aqu�
Arcángel:(Furioso.) ¡Viendo tus trampas! ¡Traidor!
Con maléficos alientos,
envenenas su candor.
Diablillo:(Con cinismo.)
Sólo he puesto en movimiento
su peor inclinación.
Arcángel:¡Yo también podrÃa soplarles
con mi aliento celestial,
y poner en movimiento
su bondad espiritual!
Diablillo:(Amenazador.) ¡No te me eches para atrás!
Porque quedamos bien claros,
que nada ibas a hacer
con estos mensos humanos.
Arcángel:(Derrotado.)
¡Es cierto, admito mi falla!
Diablillo:(Saltando de gusto le jala el traje.)
¡Pues caite con lo pactado!
Borreguitos:(Balando.) ¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!
Arcángel:(Los ve y se ilumina el rostro.)
¡Aún no ganas, canalla! ¡Y los puedo ver salvados!
(Sopla con fuerza hacia los borreguitos y ellos muy asombrados de sà mismos empiezan inmediatamente a hablar, corren a todos lados gritando a sus amos. El arcángel y el diablo se esconden tras los árboles. Entra música.)
Borreguitos:¡Beee!….ee! ¡Ve! ¿Eh?
¡Ve a Belén!
¡Fileno, despierta!
¡Lucinda! ¡Abuela!
¡Vengan también!
¡Bato y Gila!
¡Toda la familia!
(Han entrado todos y tomándose de las manos hacen una rueda y cantan.)
Todos:Olvidemos muinas,
vanidad y afrentas,
los animalitos
dicen cosas ciertas.
(Juntan las manos al centro de la rueda.)
Juntemos las manos
en señal de unión,
(Se hincan para levantarse enseguida y seguir la rueda.)
y por nuestras fallas
pedimos perdón.
(Se repite.)
(Una poco antes de que terminen la repetición de la ronda, la estrella sale de su nube y los interrumpe con un silbatazo y los obliga a seguirla, salen con prisa aguijonados por los regaños y rezongos de la gruñona luminaria.)
Estrella:¡Primera, ahà están de pelioneros,
y una a esperarlos!
Luego se contentan y
¡se ponen a cantar!
¡No vuelvo a hacerla de guÃa!
¡Estos pastores son peores
que turistas! (Etcétera, etcétera.)
(La actriz se sabrá rezongos mejores, éstos son sólo sugerencias.)
Diablillo:(Saliendo de su escondite.)
¡Angelucho, has hecho trampa!
Arcángel:(Saliendo del suyo.)
¡Ninguna! Pues convenimos
no harÃa nada con la gente…
¡Pero no hablé de bobinos!
(El diablillo se tira al piso haciendo berrinche y el arcángel prosigue su discurso muy emocionado.)
Arcángel:¡Ãsa es la salvación!
Esta noche venturosa,
tendrán palabra y acción:
¡El tigre! ¡La mariposa!
(Entran a escena los susodichos y asà irán entrando los demás cuando los vayan nombrando.)
Arcángel:¡El gallo y su esposa!
¡Los pollitos, el ratón!
¡El gato y el elefante!
¡La buena hormiga! ¡El león!
¡En fin, toda bestiecilla
que ha creado nuestro Señor!
(Los animales pueden ser más de los nombrados y sus vestuarios podrán hacerlos muy sugeridos: alitas de papel colorido, picos de cartón, etc., si no cuentan con muchos actores para esto, pueden animar tÃteres planos o de guate que se aforen detrás de un cerrito y de los árboles. En cuanto entren los primeros, si es que son actores, ellos mismos pondrán al centro del escenario el portal para el nacimiento. Mientras hacen esto, sucede la siguiente escena.)
Arcángel:(Al diablillo, que no deja de hacer berrinche.)
¡Lucifer, vengan los cuernos!
Diablillo:(Retrocede asustado en cuatro patas.)
¡Nooo!
Arcángel:(Acosándolo.) ¡Y venga también el ****!
Diablillo:(Se incorpora horrorizado recogiendo su cola.)
¡¡Noooo!!
Arcángel:(Trata de quitársela.)
¡SÃ! Porque yo he ganado.
Diablillo:(Saliendo a la carrera.)
¡Yo no me quedo parado,
prefiero ser el rajón
y no se el descolado.
Arcángel:(Saliendo de escena tras él.)
¡Detente, diablo panzón!
(Entra música. Entran los pastores y junto con los animales hacen una rueda alrededor del nacimiento. La Sagrada Familia puede hacerse con actores o pintada. Bailan en cÃrculo y también haciendo pases paralelos, como “Cuadrillas”, cantando.)
Animales:Queridos hermanos,
ya están en Belén,
el Niño precioso
acaba de nacer.
¡Déme, usted, su mano!
Pastores:¡Y, usted, su pezuña!
Todos:¡Seamos las criaturas,
todas juntas, una!
Pastores:Olvidemos muinas,
vanidad y afrentas,
los animalitos
dicen cosas ciertas.
Lo que nos distingue,
es tener razón;
pero la perdemos
al tratarlos sin amor.
Animales:¡Déme, usted, su mano!
Pastores:¡Usted, déme su ala!
Animales:¡Tenga, usted, mi pata!
¡Tome, usted, mi garra!
Todos:Olvidemos muinas,
vanidad y afrentas
los animalitos
dicen cosas ciertas.
¡A sus quejas mudas
estemos alertas!
(La música sigue. Todos corren rápidamente para acomodarse en el nacimiento. Se debe ver como nacimiento mexicano; cosas y animales de diversa Ãndole, mezclados graciosamente pueden verse pastorcitos muy mexicanos con elefantes o caballitos más chicos que los borregos, etc.En este momento pueden entrar de nuevo el arcángel y el diablillo.)
Todos:(Cantando.)
El Niño Precioso
que a mundo llegó
¡ya abrió sus ojitos!
¡Llenitos de amor!
Y al mirarnos juntos…
¡¡También ya sonrÃo!!
(Todos se mueren de la risa muy contentos, la música en crescendo y el telón cierra lentamente.)
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